de Enrique González Rojo

domingo, septiembre 28, 2008

A un lector
(fragmento)

[...]
No platiques, lector,
de lo que dice el poema.
No digas: "son expresiones tan insignificantes
como el ápi ce osc uro que,
al olvi dar su hormiguero ,
se halla desorientado a la mitad del cosmos".
Pero tampoco: "son versos que rompen
el equilibrio del universo".
Por favor no te atrevas a decir:
"son expresi ones redacta das en forma de riachue lo
para que Narciso se contemple",
"peñascos que llevan en el cuello
la ley de gravedad",
"retahíla de pájaros furiosos
que van tras el destino".

No describas.
No pretendas sacar algo en claro.
Aleja tus uñas voluptuosas
de la carne inmarcesible.

Mejor apréndetelo de memoria.
Hazlo tuyo.
Dilo en voz alta cuando empiece
a resquebrajarse el mundo.
Que forme parte de la galería de milagro s
de tu entraña.
Comulga con él.
Paladea a cada instante su portento.
Recítalo, recítalo,
y al hacerlo, vislumbra
que te hallas recitándote a ti mismo.



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